martes, 7 de febrero de 2012

Catorceava Entrega

Esta experiencia (maravillosa, inolvidable) llega a su fin. Hasta el último día - literalmente - seguimos participando de distintas actividades y conociendo 
diferentes espacios.


Si tuviéramos auto, cargaríamos nafta en la Tupac Katari 

La chola René
                                       
Nos reunimos con uno de los referentes de Kurmi Wasi, una escuela autónoma con vocación transformadora, ubicada en las afueras de La Paz, que busca construir conocimientos desde las identidades culturales. Además fuimos a los festejos del 3 aniversario del Estado Plurinacional: Evo hizo un exhaustivo balance de su gestión (apenas 3 horas, lejos aún de Chávez y Fidel) y luego se realizó un festival en la Plaza Murillo, con grupos musicales de todo el país. También paseamos por la tradicional feria de Las Alasitas, en la cual se consigue todo lo que unx pueda imaginarse (autos, títulos universitarios, comida, casas o amores), pero hechos en miniatura. Todos los eneros, la costumbre es comprar lo que uno espera para el año que recién comienza, como forma de convocar ritualmente aquello que se desea. Por último, nos acercamos al Café Carcajada, sitio del colectivo de Mujeres Creando Comunidad y lugar de referencia del feminismo comunitario.

Carnicería de Alasitas, la mejor del barrio (tamaño real: 20 cm x 20 cm.) 

Safari paceño
A modo de cierre (y porque no somos buenos para las despedidas), dejaremos un texto de Cortazar escrito en 1973 que nos hizo acordar a Bolivia, aunque con una diferencia fundamental que luego explicaremos:

“Cada cual tiene sus encuentros simbólicos a lo largo de la vida. Algunos son ilustres, por ejemplo el que sucedió en el camino de Damasco, o ese otro en que alguien se encontró de golpe con una manzana que caía, e incluso aquél, fortuito, de una máquina de coser con un paraguas encima de una mesa de disecciones. Encuentros así, que proyectan a la inmortalidad a los Newton, los Lautréamont y los San Pablo, no les ocurren a los pobres cronopios que tienden más bien a encontrarse con la sopa fría o con un ciempiés en la cama. A mí me pasa que me encuentro con lustrabotas en casi todos mis viajes, y aunque esos encuentros no son nada históricos, a mí me parecen simbólicos entre otras cosas porque cuando no estoy de viaje jamás me hago lustrar los zapatos y en cambio apenas cambio de país se me ocurre que uno de los mejores puestos de observación son los banquitos de los lustrabotas y los lustrabotas mismos; es así que en el extranjero mis zapatos reflejan los paisajes y las nubes, y yo me los quito y me los pongo con una gran sensación de felicidad porque me parecen la mejor prueba de que estoy de viaje y que aprendo muchísimas cosas nuevas e importantes.

Es por eso que hace algunos años escribí la historia de uno de mis encuentros con un lustrabotas, y creo que ese texto bastante nimio fue muy leído en América Latina aunque su acción se desarrollaba en Nueva Delhi. Ahora que vuelvo de México siento la obligación de contar otro encuentro parecido, que tuvo por estrepitoso escenario el zócalo de Veracruz una mañana muy caliente del mes de marzo. Me doy perfecta cuenta de que los espíritus áticos encontrarán poco elegante iniciar una historia de viaje con un lustrabotas, pero a mí el aticismo ha dejado de quitarme el sueño hace rato y en cambio la silla del artista era perfecta, con ídolos deportivos pegados por todas partes y una tendencia a perder una pata trasera que obligaba a una gran concentración por parte del cliente. Mi lustrabotas debía tener diez u once años, es tan difícil saber la edad de un niño pobre, y a mí me parece ofensivo y estúpido preguntársela porque es exactamente la pregunta que todo el mundo les hace a los niños, incluso a los ricos, desde los tiempos de Pepino el Breve, con lo cual los niños lo saben atávicamente y al contestar miran con ese desprecio que casi siempre merecen los adultos. Por lo demás esa mañana la función de contestar parecía ser la mía, puesto que apenas me instaló el zapato derecho en su cajita multicolor, mi joven amigo quiso saber si yo era gringo (él dijo amablemente “americano”), y mi negativa en correcto español lo dejó dubitativo. Bueno, entonces yo no era gringo pero tampoco era mexicano. Admití el hecho tan importante para muchos de ser argentino, y eso lo satisfizo a lo largo del primer zapato, pero al comienzo del segundo quiso saber si la Argentina estaba donde Guatemala.

Me costó preguntarle a mi vez si nunca había visto un mapa de América del Sur. Dijo que sí, pero era un sí lleno de no, un sí de pudor que me instó, más avergonzado que él, a explicarle con una especie de dibujo en el aire que ahí México, y más abajo Venezuela y todoelbrasil, hasta que al final, ves, el continente termina como un zapato que nunca podrías lustrar tú solo, y eso es la Argentina. (Yo fui profesor de geografía en Chivilcoy, provincia de Buenos Aires, de 1940 a 1945, por si alguien no está enterado de este vistoso aspecto de mi curriculum).

Volviendo al primer zapato con el perfeccionismo propio de su arte, mi amigo meditó un buen rato antes de hacerme la pregunta final:

–¿Y cuánto le cobró el taxi de la Argentina a Veracruz?

Se comprenderá que el resto carecía de importancia. Expliqué, claro, dije lo que había que decir en materia de aviones y barcos, pero de alguna manera ya sabía que no había puente y que de nada serviría hacerle comprender ese hecho concreto puesto que su pregunta mostraba tan horriblemente lo otro, la ignorancia de todo lo que no fuera su circunstancia inmediata, el miserable círculo de betún en torno a su banquito de lustrar. Sólo me quedaba reír con él, un par de bromas, darle el doble de lo que esperaba como pago para que su última ria fuese aún más bella, y marcharme con mis zapatos relucientes y el corazón lleno de polvo.

(Los cronopios no somos proclives a las moralejas, y esta pequeña historia no la tendrá; prefiero pensar un mundo –y luchar por él– en donde ya no sean posibles encuentros como éste. América Latina paga el precio agobiante de la explotación que hace el imperialismo de sus riquezas propias; lo que no siempre se ve es el precio que paga en inteligencia natural ahogada por la miseria. Mi pequeño lustrabotas tenía esa curiosidad vigilante que alimenta la inteligencia y la vuelve visible y activa; pero ninguna escuela, ninguna pizarra, ningún maestro habían orientado esa fuerza que giraba en el vacío. Una vez más, en Nueva Delhi o en Veracruz, Shine, shine, shoe-shine boy. En inglés, claro.)

La evocación a Bolivia está dada porque aquí, en La Paz, los lustrabotas forman parte ineludible del paisaje de esta ciudad: rondan por todas partes con sus clásicos pasamontañas, están organizados sindicalmente y tienen una publicación mensual propia. La gran (grandísima) diferencia es que, de unos años a esta parte, la mayoría de ellos cursan en la escuela secundaria o en la UPEA (Universidad Pública de El Alto, creada en el año 2000 por la iniciativa y lucha del pueblo alteño): a la “curiosidad vigilante”, se le agrega la  posibilidad de formarse, el deseo de seguir aprendiendo y la capacidad de imaginar un futuro distinto y mejor.



Muchas gracias a todxs los que nos acompañaron con sus lecturas, comentarios, sugerencias, críticas y devoluciones. Para nosotros, escribir este blog fue una forma de compartir con Uds. nuestras reflexiones y sentimientos a la distancia, y también una manera de recordar y registrar lo que fuimos haciendo. Aquí dejamos amistades, recuerdos, sensaciones, aprendizajes y compromisos. Vaya nuestro agradecimiento eterno y nuestra profunda admiración al pueblo boliviano, a las mujeres y los hombres protagonistas de este proceso que está cambiando la historia de los pueblos oprimidos de nuestro continente.

4 comentarios:

  1. Gracias a uds. por habernos compartido esta larga y emocionante experiencia. No es lo mismo, pero vibramos con uds. la fuerza del pueblo Boliviano. Me llena de esperanza este camino que está recorriendo el pueblo hno. Ojalá aprendamos y esta manera de vivir en comunidad se expanda por el resto del continente y x que no del mundo, siendo tantas las comunidades que están intentando cambiar las cosas desde sus propios corazones.
    Ni hablar de lo bueno que sería que los políticos Bolivianos se ofrezcan a dar "talleres vivenciales", del rol del funcionario público, x lo menos a los de estas tierras argentinas.
    Gracias x todo lo compartido, extrañaremos el estados de situación periódicos, pero bue, si se les ocurre algún otro aporte en esa línea x esta vía, bienvenidos!. Un abrazo y ahora a producir, aportar, y compartir de otras maneras militantes x estos pagos!!!. Abrazos, Silvina

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  2. Gracias Irene, Gracias Julian. La ultima nota del blog es para mi como el "ultimo café de una otonial tarde". Cortazar, lo mas, es mi gran idolo. Alguna vez Claudia Lareu recordaba sus caminatas por París, comiéndose un pollo rotizado. "Los recordaba mucho a ustedes...". Nada de romancismo cierto, pero si, lleno de compromiso con sus ideas y las nuestras también. Yo sin pollo rotizado, ni París bajo mis pies, también los voy llevar siempre con migo. Abrazos, Tito

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  3. Ricas, interesantes, entretenidas, las entregas del biencomplicadito se van a extrañar. Pero nos quedan las ganas, la vitalidad, el compromiso y todo lo maravilloso del proceso boliviano que ustedes nos supieron transmitir.Gracias!Marcela

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  4. Gracias por acercarnos a ese pueblo querido.Se va a extrañar el biencomplicadito pero a cambio estaran mas cerca ustedes. La cita de Cortazar fue una eleccion muy buena.Abrazos. Morena.

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