sábado, 29 de octubre de 2011

Novena Entrega

El porvenir es largo


Sabes Ali, es muy difícil comenzar la lucha por la revolución,
más difícil incluso es continuarla, y lo más difícil de todo es ganarla.
Pero, solamente después, cuando hayamos vencido, comenzarán las
verdaderas dificultades. En resumen, hay todavía mucho que hacer.

Si Ben M’Hidi, La Batalla de Argel

Las tensiones que generó el conflicto alrededor de la construcción de la carretera del TIPNIS (que mantuvo conmocionado al país durante 70 días) se han disipado pero no han desaparecido: las heridas que esta disputa ha abierto están muy lejos de estar cerradas. El camino que sigue estará marcado por estos acontecimientos, pero también por la forma en que se sigan dando los (necesarios) debates que se abrieron a raíz de la marcha indígena. Las contradicciones que conlleva un proceso de cambio real surgen a veces de modo intempestivo, y esta crisis política habilitó espacios de participación y movilización que obligarán a sostener discusiones en las que se pondrá en juego el rumbo del proceso boliviano. Las decisiones que se tomen de aquí en más deberán incluir dimensiones estratégicas en relación a la continuidad y los objetivos de este proceso, sobre todo en lo relativo a los modelos de desarrollo y los patrones de acumulación, los mecanismos de participación y la distribución y uso de tierras. La reforma constitucional de 2009 ha servido para dar cuenta que este es un Estado que cobija muchas Naciones: estamos sin duda en un piso distinto para las discusiones y aquello de “nunca más una Bolivia sin indígenas” parece haberse instalado de modo irrevocable.

El conflicto del TIPNIS deja varias lecciones, que ojalá gobierno y movimientos sociales incorporen para el futuro. En relación a las demandas planteadas por la marcha, ya fue aprobada una ley que declara la intangibilidad del Parque Nacional y que prohíbe la construcción de carreteras en ese territorio. Por su parte, la derecha entendió que lo mejor que puede hacer para debilitar al proceso de cambio es generar divisiones internas, y eso es lo que intentó hacer: encontró una forma de hacer daño y la explotó con todas sus fuerzas. Electoralmente, y en términos de hegemonía, es probable que el gobierno salga de esta contienda peor de lo que entró: perdió una parte de su apoyo (sobre todo en los sectores de la clase media urbana) y algunas de las consignas que se escucharon en el espectacular (por su lógica mediática de construcción de espectáculo) recibimiento que la derecha hizo de la marcha indígena pedían violentamente la caída de Evo. A la vez, que hayan sido los sectores más conservadores de este país los que hayan salido a reclamar a viva voz que se cumpla con la Nueva Constitución Política del Estado, a pesar de la hipocresía y la paradoja que ello supone, puede ser leído como una conquista del propio proceso. 

Se han abierto además nuevos frentes de conflicto. Aún no está del todo claro qué alcance tendrá la “intangibilidad” planteada por la ley promulgada luego de los acuerdos entre el gobierno y los marchistas, ni cuáles serán sus consecuencias prácticas. Luego de proponerlo, los propios indígenas se opusieron al término porque temen que convierta en delito algunas actividades relacionadas con  sus formas de subsistencia. También temen que se prohíban los emprendimientos comerciales de explotación de los recursos naturales que empresas privadas realizan en el Parque; los pueblos indígenas están dispuestos a defender estos emprendimientos en la reglamentación de la ley[1]. Los líderes son conscientes de que han logrado torcer la voluntad inicial del gobierno pero también saben que deben rendir cuentas a sus bases y, sobre todo, generar nuevos acuerdos con aquellos habitantes del territorio que pedían la carretera. Asimismo, sectores cocaleros de Cochabamba y de zonas aledañas al TIPNIS buscan que se revoque la ley y amenazan con iniciar una nueva marcha, exigiendo la articulación vial entre los departamentos de Beni y Cochabamba.

Por otra parte, uno de los resultados más negativos que dejó el conflicto del TIPNIS ha sido la pérdida de protagonismo de las recientes elecciones judiciales, una medida revolucionaria por donde se la mire. Pensemos lo lejos que estamos en otro países de América Latina de poder elegir por voto universal a quienes conforman la Corte Suprema. No sólo estamos lejos efectivamente, sino que tampoco forma parte de nuestro horizonte de posibilidades ni de los reclamos populares. Una primera aproximación a los resultados de las elecciones muestra la presencia de indígenas y mujeres entre los elegidos/as y enseña el camino a seguir: la justicia debe estar al servicio de aquellos/as que históricamente han sido los/as más desfavorecidos/as en este país. Asumir como tarea la transformación de la justicia implica tener en cuenta que hasta este momento los jueces y juezas han estado en su mayoría subordinados/as a los intereses de una oligarquía aristócrata. Descolonizar la justicia, erradicar la injusticia, y revolucionar el aparato judicial: esos son los retos que hay por delante. La construcción de un nuevo poder judicial forma parte de la apuesta por delinear el Estado Plurinacional.

En este complejo escenario histórico, algunas organizaciones que se sienten parte de este proceso y siguen luchando desde adentro por la profundización y la reconducción del mismo, han acuñado el concepto de corresponsabilidad, idea clave para poder pensar en los errores y los aciertos compartidos. Considerar que todo lo que pasa en este Estado es “malo” y que lo  que sucede en los movimientos sociales es “bueno” es caer en simplismos que resultan de muy poca ayuda para entender las contradicciones reales que atraviesan los procesos históricos[2]. Los movimientos sociales no pueden reproducir lógicas paternalistas: el movimiento originario campesino indígena tiene que asumir su rol histórico y seguir siendo protagonista de este proceso. Pero no se trata de justificar cualquier política ni hay que dejar de lado que quienes ocupan cargos en el Estado cuentan con una batería de recursos cualitativa y cuantitativamente distintos a los dirigentes y las bases de los movimientos sociales. En Bolivia se modificaron las relaciones clásicas entre el Estado y la sociedad civil; profundizar las grietas que han abierto en el Estado capitalista, colonial y patriarcal que han heredado y transformarlo definitivamente es uno de los desafíos políticos más grandes que enfrentan. De este proceso se espera mucho más que medidas redistributivas y una tendencia hacia la justicia social: el horizonte de buena parte de quienes le dan vida es trascender el capitalismo.  

Pretender que las teorías y prácticas sobre cómo hacer la revolución sean las mismas en todo tiempo y lugar es un infantilismo. Y esto de ningún modo significa caer en posiciones posmodernas relativistas; muy por el contario, es considerar como punto de partida las condiciones reales de lo existente y las formaciones sociales históricas concretas. Quizás las palabras de Si Ben M´hidi no sean tan distintas a las que Evo escucho de sus yatiris en Tiwanaku en enero de 2006. Pasaron desde ese momento poco más de 5 años. Los ojos de toda América Latina y del mundo están posados en este pequeño país que se ha levantado después de 516 años de sometimiento y ha comenzado a andar el difícil camino de la emancipación.

PD 1: agradecemos a nuestros/as compañeros/as del Viceministerio de Descolonización por abrirnos las puertas y dejarnos compartir con ellos este camino de lucha y resistencia y al colectivo del Wayna Tambo por generar de modo permanente espacios de reflexión que habilitan a seguir pensando e inventado.


PD 2: Link con el video de la entrevista que hicimos con Boaventura de Sousa   Santos en agosto. 
Edición de fotos y producción de video: Mabel Thwaites Rey: Entrevista con Boaventura
  



[1] Si bien a lo largo de los meses de la marcha se ha construido una imagen del TIPNIS como reserva ecológica virgen en su totalidad, las actividades extractivas madereras, los emprendimientos turísticos privados y la cría de animales exóticos son prioritarias en algunas zonas del Parque. Esto complejiza el escenario de actores e intereses en juego. Habrá que diseñar el modo de generar actividades productivas comunitarias que no impliquen un uso mercantilista del territorio.
[2] Incluso hay quienes siguen buscando explicaciones entre las características personales de Evo Morales, generando psicologismos que no hacen más que confundir los análisis y las posiciones.

domingo, 16 de octubre de 2011

Octava Entrega

Algunas reflexiones en torno al proceso de descolonización

Las últimas semanas han sido claves para el proceso de cambio. El miércoles 12 de octubre, recientemente declarado Día de la Descolonización, una masiva marcha en apoyo al gobierno y al proceso ganó la Paz, en medio de una crisis política luego de la violenta intervención policial a la marcha del TIPNIS. Al mismo tiempo, esta marcha sigue su curso y faltan pocos días para su ingreso a la capital. La derecha boliviana no puede ya esgrimir banderas propias y utiliza reivindicaciones populares para debilitar al gobierno. Por otra parte, en lo que constituye un hecho inédito para el país y para el mundo, el domingo 16 se realizaron las primeras elecciones para conformar el poder judicial por voto universal, hecho que encuentra al oficialismo y la oposición midiendo fuerzas. El escenario es sin duda complejo y nos invita a reflexionar acerca de la descolonización y el proceso de cambio.

Declarar el 12 de Octubre como día de la descolonización[1] implica asumir la misma como un desafío político y al mismo tiempo evidencia que Estado y sociedad aún son coloniales y que el poder, el saber y el ser están colonizados. A pesar de los múltiples discursos sobre la descolonización, ésta todavía suena a palabra exótica. Creer que equivale a volver el tiempo atrás y proponer un retorno romántico a un pasado mítico es absolutamente colonial. De lo que se trata es de la recuperación y reactualización de saberes y prácticas, que sin negar la modernidad, afirmen modos de vida que permitan trascender al capitalismo: es poder decidir en los propios términos, en libertad y con autodeterminación.

En este camino no debe perderse de vista la centralidad de la espiritualidad indígena, como un elemento político absolutamente radical y no como un pachamamismo arcaico. Los saberes y las tradiciones de los pueblos indígenas (extraños a las izquierdas clásicas) son componentes insoslayables de las luchas. Y no es cuestión de devenir indio/a sin serlo, pues eso sería imposible, pero en la búsqueda de solidaridades y articulaciones entre los sectores subalternos no puede considerarse lo indígena desde un folklorismo esotérico, sino con la seriedad y el respeto que merecen sus sistemas de organización, poseedores de una densidad existencial muy profunda. En su resistencia se sella también parte del destino de todos los pueblos oprimidos del mundo que están luchando por su liberación.

Sin embargo, el conflicto del TIPNIS muestra también la persistencia de discursos y prácticas coloniales en el Estado y en las organizaciones sociales. Cocaleros, comunidades interculturales y algunos sectores del gobierno calificaron de “atrasados y bárbaros” a los marchistas, acusándolos de ser reticentes al “progreso y el desarrollo”. El colonialismo tiene como uno de sus componentes fundamentales, y quizás el más difícil de combatir, al colonialismo interno. Por su parte, el imperialismo a pequeña escala de Brasil es una cuestión que está trayendo muchos dolores de cabeza. En tanto actor regional dominante, es difícil divorciarse de sus requerimientos, y sumamente peligroso quedar entrampado en sus lógicas.

En medio de estas apuestas y contradicciones, la plaza Villaroel fue escenario de la presencia de más de 200 organizaciones sociales de todo el país. En ella se dieron cita más de medio millón de mineros/as, campesinos/as, indígenas, profesionales, estudiantes y un largo etc. Frente a las renovadas estrategias de los grupos conservadores que buscan dividir a los sectores populares, los discursos de los/as dirigentes hicieron hincapié en su apoyo al proceso de cambio y en la necesidad de la unidad. A raíz de la conmovedora manifestación popular, Evo dijo sentirse obligado a responder a las demandas de su pueblo. “¿Quién no comete errores? Lo importante es corregirlos en beneficio de las/os bolivianas/os, porque llegué a la Presidencia para servir al pueblo y no para servirme de él”. También realizó una convocatoria a todos los sectores para discutir y poner en marcha una nueva agenda[2]: las bases deben ser quienes la definan y proporcionen las nuevas directivas. Este es un gobierno que ha llegado al poder como consecuencia de las luchas y las movilizaciones de esos movimientos sociales, a los que hoy debe escuchar para poder retomar el rumbo.

En los últimos tiempos, el debate interno ha disminuido. La crisis política es sin duda un llamado de atención a la soberbia del gobierno, que debe retomar y ampliar crecientemente los espacios de participación y reconocer con humildad las equivocaciones que ha cometido[3]. En primer lugar, esta nueva agenda tendrá como principal desafío constituirse alrededor de lo plurinacional y conjugar demandas particulares con intereses colectivos. La democracia formal y representativa por momentos subsume las formas de democracia participativas y comunitarias, pero éstas deben resurgir con toda su potencia y poder instituyente. En segundo lugar, el Presidente definió el Vivir Bien como horizonte y la industrialización como medio para financiarlo. Buena parte del futuro del proceso se resolverá en la conjugación de estos términos. ¿Cómo distanciarse definitivamente del imaginario capitalista y colonial del desarrollo y el crecimiento económico, generando a la vez una mejora en las condiciones de vida de la mayoría de los sectores populares? ¿Cómo consolidar la redistribución de los recursos[4] a la vez que avanzar en una transformación estructural de la matriz productiva? Si hasta ahora se ha profundizado un desarrollo económico estatista que sin duda permite procesos redistributivos (y que seguirá garantizando victorias electorales), el camino señalado por la Nueva Constitución Política del Estado debe contribuir a recuperar matrices comunitarias y generar nuevos proyectos de vida colectiva, por fuera de los cálculos y las relaciones capitalistas. El perverso modelo extractivista debe ser desterrado del horizonte de este proceso, que también necesita articular otros modos de lo estatal, ligados a lo plurinacional.

El desarrollo civilizatorio capitalista ha producido una degradación sin precedentes en las formas de vida a nivel planetario. A esta altura, pocas dudas quedan sobre este hecho: el crecimiento desenfrenado de las fuerzas productivas (¿o podríamos decir destructivas?) nos condujo a un escenario de desastres ecológicos y a una profunda injusticia y desigualdad social; la pregunta (necesaria, urgente) es cómo salimos de eso. Enarbolar la posibilidad del Vivir Bien como alternativa y como horizonte de significación es también exponer la validez y la necesidad de sus contenidos a nivel mundial. En estas latitudes, los movimientos de los diversos abajos tienen la oportunidad histórica de debatir profundamente el rumbo del país; la disputa sigue abierta y el destino no está escrito. 

Estamos viviendo un período de transición entre un Estado racista, colonial, patriarcal y capitalista que no acaba de morir y un Estado plurinacional y descolonizado que no acaba de nacer. Las fricciones entre ese pasado que no termina de irse y el futuro que aún no llega se dan en el presente, y en esa lucha está Bolivia: no hay duda de que la tarea histórica es descomunal. Es una etapa creativa y fecunda, en la que por momentos los errores internos son más peligrosos que los aciertos del enemigo. Muchas conquistas se han logrado, pero el trabajo por la consolidación y la profundización de ellas es un proceso necesariamente permanente.

Asistimos a la refundación de un país con un protagonismo indígena sin precedentes. El proceso de cambio es irreversible, y no es del Evo ni del Álvaro ni del gobierno: es del pueblo en su conjunto. Las crisis mantienen al proceso en movimiento, lo interrogan y lo cuestionan; no hay porque huirles a las contradicciones que supone un proceso de cambio real siempre y cuando éstas sean parte de futuras radicalizaciones en la compleja y larga transición hacia la emancipación. Ojalá este gobierno y los gobiernos por venir puedan aprender de la experiencia del TIPNIS para no volver a cometer los mismos tropiezos. Sería indeseable que la construcción del Estado Plurinacional termine por tener más de Estado que de plurinacional. Más bien, apostamos a que los movimientos sociales logren transformar el Estado que han heredado. Como dice Zibechi, “pensar que son buenos para poner el cuerpo pero no para conducir, sería reproducir los modos coloniales que son precisamente los que pretendemos remover. Que los de abajo decidan, en el acierto o en el error. ¿No es esa la descolonización?”.

PD: agradecemos a Martin Cortes por sus amistosos comentarios e inquietudes y a Anders Burman y Mirna Ticona por transmitirnos su experiencia y su compromiso.

PD 2: Les compartimos este video




[1] Siempre que nos referimos  a descolonización estamos diciendo también des-patriarcalización. Tal como se ha conceptualizado en estas tierras, “no hay descolonización sin des-patriarcalización; no hay des-patriarcalización sin descolonización”.  
[2] Se habla ya de la “Cumbre social de diciembre”.
[3] El riesgo es que el MAS replique el ciclo de los partidos políticos tradicionales y busque su propia reproducción en el poder y ya no la ampliación de los espacios de participación.
[4] En los últimos 5 años, un millón de personas en todo el territorio boliviano salieron de la pobreza

sábado, 1 de octubre de 2011

Septima Entrega - TIPNIS



El conflicto suscitado alrededor de la construcción de la carretera que atravesaría el TIPNIS (Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Secure) condensa sin duda un conjunto de contradicciones propias de este proceso de cambio, proceso que conjuga una pluralidad y una diversidad de actores que no tienen siempre intereses armónicos. Es un momento convulsionado y conflictivo, en el que están empezando a salir a la luz (y por momentos de la peor manera) disputas históricas entre las organizaciones y movimientos que fueron y son la condición de posibilidad de este momento histórico.
Ya en el año 2006 (días gloriosos para el pueblo boliviano), en algunas entrevistas que hicimos se podía vislumbrar que la coexistencia de organizaciones tan diversas no iba a ser sencilla. Sin duda, el conflicto del TIPNIS va mucho más allá de las posiciones a favor o en contra del trazado de la carretera. No quiere decir esto que no haya que pronunciarse sobre el tema, pero lo cierto es que es solamente la punta de un iceberg: las contradicciones que se están expresando entre diferentes naciones indígenas, al interior del propio gobierno y también al interior de las confederaciones iban a expresarse de uno u otro modo, más tarde o más temprano: lo que esta en juego son las distintas versiones de lo que tiene que ser Bolivia y la capacidad de negociar un proyecto común.

Hay que tener en cuenta entonces las históricas diferencias entre los pueblos indígenas de la Amazonía y el Altiplano. En el Pacto de Unidad no se juntaron el hambre y las ganas de comer: se articularon organizaciones muy distintas que entendieron que era el momento histórico para hacerlo. Desde su fundación, el pacto de unidad cobijaba en su interior conflictos de intereses. No hay garantías de que van a seguir siendo aliados en forma permanente, y mucho menos de que no aparezcan disputas en la convivencia. Los pueblos de tierras altas (quechuas y aymaras) son bien distintos de los pueblos de tierras bajas (guaraníes y otros) en sus tradiciones, su cultura, su forma de habitar el territorio y sus modos de organización.

El planteo de los pueblos de tierras bajas es más complejo que “No tocar la Pachamana”. Para algunos habitantes del TIPNIS, se trata de la reproducción y ampliación de su condición de nación, se trata de la defensa de sus formas de vida. Este es el significado profundo que entraña la búsqueda de conservación de su territorio[1]. El Estado Plurinacional no puede construirse únicamente con lógicas cuantitativas; el desafío es poder dar voz y construir a partir del respeto de todas las naciones y los pueblos indígenas. Sin embargo, cuando los intereses de distintos grupos indígenas entran en pugna, no resulta sencillo conjugar los cálculos cuantitativos con lógicas cualitativas.

El luchador socio-ambiental Chico Mendes planteaba que no había que cuidar los bosques de modo abstracto sino cuidar a los pueblos que viven en los bosques. Habrá que ver entonces cuál es su opinión al respecto, conocerla y respetarla. En el  TIPNIS habitan 68 comunidades indígenas, que suman 11mil habitantes.  Vale aclarar que hay algunos pueblos que se han pronunciado a favor de la construcción de la carretera. Deberá abrirse un amplio proceso de consulta y discusión en el que están contempladas todas las posiciones.

Por otro lado, habría que diferenciar la marcha indígena que comenzó en Trinidad de los apoyos urbanos a la misma, y por supuesto, del aprovechamiento de la derecha de esta situación. Las clases medias de la Paz defienden fervorosas la Madre Tierra y denuncian el avasallamiento de bosques y animales. Bien lejos de las condiciones de vida de los indígenas es fácil hablar de especies en peligro, siendo que esto no es únicamente lo que está en juego para los pueblos indígenas. Los sectores conservadores se han montado en este conflicto, con discursos que remiten a la Pachamama y a los derechos ancestrales. Sin que esto desmerezca sus reclamos, los indígenas que están marchando se han transformado en el instrumento privilegiado que por estos días usa la derecha para atacar al gobierno.

Los medios de comunicación y algunos sectores en las manifestaciones urbanas también han querido construir un discurso que tiende a idealizar a algunos pueblos indígenas y a demonizar a otros. ¿Acaso los pueblos de tierras altas no son también sectores populares? ¿Acaso no pueden tener también reivindicaciones genuinas? ¿Acaso no han sido protagonistas del proceso de cambio?[2] ¿Cómo se abordará la resolución de futuros conflictos? ¿Cómo se conjugarán los por momentos antagónicos intereses de los diversos movimientos sociales?

¿Qué el gobierno cometió errores? Claro que si ¿Qué algunos de ellos son graves e injustificables, como la violenta intervención policial a la marcha? Más aún. Las torpezas del gobierno en el manejo del conflicto, las agresiones, la descalificación a los marchistas, la ausencia de voluntad real de diálogo[3] y la presencia permitida y sostenida por el oficialismo de campesinos obstruyendo la marcha (alentando así la confrontación), llevaron la situación a la repudiable intervención del domingo, que sin duda significó un punto de inflexión en la historia de este proceso. El presidente salió rápidamente a disculparse y suspendió la construcción de la carretera hasta que se efectivice el proceso de consulta, aún en discusión. Además puso en marcha una investigación para dar con los culpables, pero sin asumir totalmente la responsabilidad política del doloroso hecho. Los medios de comunicación hegemónicos, que han dado cobertura como nunca antes a una marcha indígena, inventaron que hubo muertos, y durante 24 horas el país fue un hervidero. Tardíamente, salieron a desmentir esta información pero una vez que el rumor está andando es mucho más difícil desactivarlo. 

Aún cuando no puedan compararse los errores cometidos con las atrocidades perpetradas por la derecha de este país (seguramente una de las más avanzadas en denigrar y degradar a la sectores indígenas y populares) es necesario ser profundamente autocríticos. Las manifestaciones que por estos días recorren al país son un llamado de atención para el gobierno, que debe corregir sus errores y dejar de lado la soberbia que por momentos lo atraviesa. Porque también hay que decirlo, al interior del gobierno hay sectores de la derecha que se han disfrazado y algunos espacios de decisión han quedado en manos de una élite tecnocrática[4]. Esta clase de conflictos ponen en evidencia la necesidad de profundizar y ampliar los espacios de participación y de construcción colectiva de las decisiones y de  la definición de las estrategias políticas, alejando definitivamente lógicas autoritarias de ejercicio del poder. Por otra parte, habrá que encontrar el equilibrio entre el respeto a la naturaleza, los derechos de los pueblos indígenas y la necesidad de obtener los recursos necesarios para mejorar la calidad de vida del pueblo boliviano y muy especialmente de aquellas poblaciones que no acceden a ningún sistema de salud y educación, ni los estatales ni los tradicionales, destruidos en muchos casos por los mismos que hoy pretenden que nada cambie. Hacia dónde se quiere ir, y quien conduce este proceso, es algo que no esta aún definido en forma contundente. El horizonte debe seguir siendo gobernar obedeciendo al pueblo.
Como decíamos, este conflicto está queriendo ser capitalizado por la derecha, y de algún modo el gobierno se lo ha regalado. Hay muchos intereses alrededor de que este proceso fracase, para poder volver a los anteriores esquemas de dominación. La denuncia sobre el oportunismo de los sectores conservadores fue el principal grito de la masiva marcha de las confederaciones sindicales y campesinas en apoyo a Evo Morales que ayer recorrió La Paz[5]. Pero creemos que además del enfrentamiento con los sectores conservadores, lo que hay de fondo son contradicciones internas, de las que hay que salir con responsabilidad política hacia el camino de transformación que las organizaciones sociales y pueblos indígenas han emprendido. Sin duda la restauración colonial y neoliberal está al acecho y detrás de cuanta “causa indígena” aparezca[6], pero no puede reducirse el conflicto a ello porque se estaría negando el desafío.

¿Pierde el gobierno electoralmente con la ruptura del Pacto de Unidad? Quizás no tanto, porque efectivamente las confederaciones sindicales y campesinas de tierras altas constituyen la mayoría numérica de su base social. Pero sin duda pierde la construcción de la plurinacionalidad, que no es un hecho consumado sino un proyecto en curso, un reto en marcha. El proceso de cambio no es propiedad de una persona o de un gobierno, sino del pueblo, del conjunto de los sectores populares. Sin duda, los debates que se están dando en este momento son discusiones en las que se pone a prueba la capacidad de generar cambios de fondo, y donde queda expuesta la complejidad de la construcción colectiva.  Apostamos a la profundización de un diálogo genuino y a una salida plural y colectiva, con alternativas reales que no debieran reproducir los argumentos y los cálculos del paradigma clásico de desarrollo, pero que a la vez deben indeclinablemente apuntar a mejorar las condiciones de vida de la mayoría de la población. Para esto no hay recetas: hay mucho por lo que alegrarse, bastante por corregir y demasiado por construir.

P.D.: estas reflexiones son producto de lo que vemos y leemos estando aquí, de los encuentros con diferentes referentes de organizaciones y funcionarios de distinto rango, de entrevistas en las marchas, y un largo etc. No tienen la pretensión de ser una explicación acabada de lo que está sucediendo, simplemente buscamos compartir nuestras perspectivas, aportar algunas dimensiones de la actual coyuntura, enriquecer y profundizar el debate, a partir de nuestro involucramiento con el destino del proceso boliviano, en el que se juegan, también, parte de las perspectivas populares de toda la región. Agradecemos a Mabel Thwaites Rey por sus lúcidas inquietudes y opiniones y a Diego Bersusky por sus interrogantes que nos ayudan a pensar.  





[1] En un principio, los marchistas se esforzaron por aclarar que no se oponen a la carretera en si misma, sino a que ésta pase a través de su territorio. Tampoco plantearon una marcha contra el gobierno, sino contra una de sus políticas.
[2] No acordamos con aquellos que sostienen que estas organizaciones han sido cooptadas por el gobierno. Hay una larga historia de lucha común y sin duda el apoyo es genuino. Sin embargo, es cierto que han perdido parte de su autonomía.
[3] Si bien se enviaron a la marcha numerosas comitivas ministeriales, se decía al mismo tiempo que la construcción de la carretera era un hecho, y que no estaba en discusión.
[4] El “gasolinazo” de diciembre de 2010 es muestra de ello.
[5] Algunas organizaciones piden también la renuncia de los ministros que no defienden los intereses populares.
[6] Basta leer los medios de comunicación o escuchar algunos slogans en las marchas paceñas.